como el resultado de un largo y complejo proceso redaccional, que si bien en la mayoría de los casos tiene al profeta histórico como figura iniciante, incluye la mano de profetas anónimos que reacomodaron, editaron y añadieron sus pensamientos a cada uno de los libros proféticos. Es así, que en la mayoría de los casos puede distinguirse un edición pre-exílica (de antes de la caída de Jerusalén a manos de los babilonios en el 587 a.C.), una exílica (durante el cautiverio en Babilonia 587–538 a.C.)
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